Disney está a punto de perder la propiedad intelectual de su personaje más icónico, Mickey Mouse, que pasará a formar parte del dominio público, como recientemente ya sucediera con Conan, de Robert E. Howard. Nada es eterno.
En tan significativa coyuntura merece la pena recordar un turbio episodio, quizás poco conocido, del célebre ratón animado o por mejor decir de su creador, que lo ligó nada menos que al lider del fascio italiano, Benito Mussolini.
Permítaseme comenzar con una confesión personal: de pequeño idolatraba a Disney. Pero con la madurez, del mismo modo que se descubre que no existen ni Papá Noel ni los Reyes Magos, fui viendo que el castillo de Cenicienta que jalonaba su mundo de fantasía estaba edificado con ladrillos menos deslumbrantes de lo que parecía. El suyo era un imperio de cartón piedra construido sobre prácticas a veces moralmente dudosas. No se trata de caer en el simple revisionismo (hoy tan recurrente), sino de constatar que la realidad está tintada en una escala de grises en la que no hay lugar para el maniqueismo.
Aunque Disney ya había tenido problemas al frente del creciente emporio que había ido construyendo desde los años 20, su embate más serio tuvo lugar en 1941. Tras la crisis económica ocasionada por los fracasos en taquilla de Pinocho y Fantasía, el magnate decidió hacer algunos reajustes en su negocio. A la par, se negaba a reconocer la formación de un sindicato de autores en su empresa, lo que acabó desencadenando una huelga que tuvo como líder más destacado a Arthur Babitt, precisamente uno de los artistas de la película "Fantasía". La respuesta de Walt Disney (mal asesorado, conviene decir, por su hermano Roy) consitió en despedir a parte de los huelguistas (en total a más de doscientos) y acusarlos públicamente de ser comunistas que actuaban con el propósito de desestabilizar la industria cinematográfica estadounidense. Cierto es que entre los huelguistas había miembros del Partido Comunista de Estados Unidos, pero tampoco debe desconocerse que el conflicto en los estudios Disney respondía a motivaciones laborales; de hecho, Herb Sorrell, del Sindicato de Dibujantes, llegó a afirmar que la intransigente postura del empresario ante el conflicto colectivo habría desencadenado más conversiones al comunismo que la propaganda soviética.
Aunque algunos biógrafos afirman que Disney no había sido hasta entonces un acérrimo anticomunista, al menos a partir de ese momento cambió su proceder: en 1944 fue uno de los fundadores de la Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals, asociación creada precisamente para combatir el comunismo a través de la industria cinematográfica. Por otra parte, actuó como informante oficial para el F.B.I. en su cruzada anticomunista, y testificó en el Comité de Actividades Antiamericanas precisamente para reiterar su convicción de que las huelgas de su estudio habían respondido a una campaña bolchevique.
A todo lo anterior hay que añadir que Disney mantuvo una relación cuando menos cordial con personalidades de regímenes totalitarios. Así, cuando la directora germana Leni Riefenstahl acudió a Estados Unidos enviada por el gobierno de Hitler para promocionar la película "Olymplia", un documental sobre las Olimpíadas de Berlín celebradas en 1936 que ensalzaba el nacionalsocialismo, se encontró con una campaña en su contra, pero no así por parte de Walt Disney, quien le hizo de anfitrión en su parque temático. Y también Mussolini contó con las simpatías del dibujante y empresario estadounidense. Una simpatía recíproca, a decir verdad. Pero para aclararlo hay que dibujar un poco el contexto.
En Italia diversas editoriales como Società Anonima Editrice Vecchi, Nerbini o Mondadori disponían de los derechos de publicación de las tiras de prensa estadounidenses y británicas (como las procedentes de King Features Syndicate y Almalgamated Press).
Tras el ascenso de Mussolini al gobierno italiano la presencia de personajes de procedencia estadounidense como Mandrake, Tarzan o Flash Gordon fue vista con malos ojos, lo que obligó a los editores a ocultar sus nombres foráneos o incluso a retocar las viñetas para vestirlos con indumentarias fascistas, como sucedió con Rob the Rover, personaje británico creado por Walter Henry Booth y transformado en Italia en "Lucio l'Avanguardista", un icono del fascio.
Todo fue en vano. El creciente antiamericanismo del régimen dio lugar a medidas severas contra los cómics foráneos, adoptadas ya a finales de los años 30. En 1938, el Ministro de Cultura Popular Dino Alfieri comunicaba a las editoriales italianas que en el plazo de tres meses debían eliminar de sus páginas todo el material estadounidense. Las Direttive ministeriali nel campo della stampa giovanile aprobadas ese año incluían una excepción: las creaciones de Walt Disney serían toleradas por destacar, respecto de las producciones estadounidenses, por "su valor artístico y sustancial moralidad".
En realidad no era más que una excusa. La permisividad hacia las obras de Walt Disney respondía simplemente a la pura arbitrariedad de Mussolini: el Duce era un admirador de Disney y, muy en particular, de su icónico Mickey Mouse. Y de ahí que crease una excepción para sus cómics. Es más, cuando en 1935 Walt Disney visitó Italia, Mussolini lo invitó personalmente a su residencia de Villa Torlonia, donde el estadounidense pudo conocer a los hijos del dictador, también rendidos a Mickey Mouse.
Resulta interesante advertir que los biógrafos de Walt Disney, incluso los más críticos con el dibujante, pasan de puntillas sobre su relación con Mussolini. Mencionan simplemente que Disney se reunió en Italia con el Duce y con el papa. Sin más comentarios. Parece cuando menos curioso que el creador de Mickey Mouse, que se había mostrado contrario al comunismo, se reuniese en Italia precisamente con dos acérrimos anticomunistas, puesto que si obviamente ése era el caso de Mussolini, también lo era el del papa Pío XI, que en marzo de 1937 dictaría la encíclica Divini Redemptoris condenando aquel movimiento político.
Hay que señalar que en el momento en que Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial Mussolini impuso nuevas medidas censoras contra la "contaminación ideológica" estadounidense que acabaron por afectar también a Mickey Mouse, poniendo fin al privilegio de que había gozado hasta ese momento. Pero hasta entonces"Topolino", como conocen los italianos al célebre ratón animado, gozó de las simpatías del fascismo. O al menos de su líder.
Para saber más:
La narración pormenorizada de las huelgas que sufrió el emporio de Disney se puede ver en: Michael Barrier, The Animated Man. A Life of Walt Disney, University of California Press, Berkeley, 2007, pp. 168-173; Steven Watts, The Magic Kingdom. Walt Disney and the American Way of Life, University of Missouri Press, Columbia, 1997, pp. 204-227 y Marc Eliot, Walt Disney. Hollywood's Dark Prince, Carol Publishing Group, New York, 1993, pp. 131-152.
Curiosamente los biógrafos estadounidenses silencian, o pasan de puntillas, sobre la relación entre Disney y Mussolini. Al menos sí se menciona la buena acogida que Disney dispensó a Leni Riefenstahl, en el artículo de Anthony Slide, "Hollywood's Fascist Follies", Film Comment, vol. 27, núm. 4, 1991, pp. 62-67.
Las buenas relaciones de Mussolini con Disney sí son tratadas con detalle por autores italianos, en concreto en el magnífico libro de Fabio Gaducci, Leonardo Gori y Sergio Lama Eccetto Topolino. Lo scontro culturale tra fascismo e fumetti, Nicola Pesce Editore, Viterbo, 2020 (2ª edición).
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